lunes, 23 de abril de 2012

Lost and Found


No sé cómo ni cuándo exactamente, el tiempo comenzó a pasar como una exhalación desde que estoy en mi isla griega. Sí, ya considero el lugar en el que vivo MI isla griega. Es increíble la de cosas que pueden suceder en pocas semanas… A veces necesitas cruzar océanos para darte cuenta de a quién le importas realmente y a quién no. Y a veces, también, para acabar reencontrándote a ti misma en el rincón más inesperado del mundo. Mis días aquí han adquirido un nuevo cariz. Cada anochecer observo las estrellas desde mi ventana o de camino a casa y, por momentos, siento nostalgia del momento en el que me haya ido de aquí y no pueda disfrutar de la magia nocturna de igual manera…

Dicen que tiempo pasado siempre fue mejor. Y el dicho se basa en que normalmente cuando solemos echar la vista atrás nos damos cuenta de que no apreciamos en realidad el momento que estábamos viviendo en el pasado sino hasta más adelante cuando se trata ya solo de un recuerdo… A mí me pasa lo contrario. Soy consciente de que ahora estoy viviendo momentos que quedarán grabados a sangre y fuego, y soy consciente ahora mismo, tal y como los voy viviendo, tal como la magia fluye por mis venas…

Poseo un centenar de momentos y de sensaciones vividas en la isla que perdurarán con el paso de los años. Incluido mi improvisado viaje de última hora a tierras turcas, el cual ha sido una de las experiencias más maravillosas de mi vida y del que guardo unos preciosos recuerdos en mi mente. Y donde, por supuesto, he prometido volver. Aún hondean en mi mente las banderas turcas cubriendo el cielo árabe por dondequiera que mirases mientras anochecía y regresábamos de las Islas de la Princesa en Ferry. Y aquella noche la Luna era la protagonista, una enorme y redonda Luna llena, perfecta. Perfecta imagen, perfecto recuerdo…




Cuando volví de mi viaje sentí la punzada de la melancolía por el lugar que estaba dejando atrás, mientras la odisea de autobuses de regreso comenzaba de nuevo y el cansancio se hacía presente en nuestros cuerpos…. Aunque por otro lado, había comenzado a extrañar pequeñas cosas en mi isla y en cierto modo me sentí feliz al regresar a mi casa griega y a los lugares que ya se han hecho habituales para mí aquí. Lo más interesante, es que, aparte de ir a clase, nunca sé lo que me va a deparar el día. Y más teniendo en cuenta que en estos días hemos tenido prácticamente un mes de vacaciones con el consecuente tiempo libre que supone eso y mucho más cuando vives en una isla como la mía… Así que después de consumir mis días en Estambul estuve inspeccionando más sobre mi isla. Lo que me llevó a hacer una visita a la Nueva Fortaleza cortesía de mi amigo Kostas que se ofreció para llevarme y lidiar con el guarda de la puerta para que nos dejase subir a lo alto del todo y poder sacar unas buenas panorámicas de la ciudad. Y allí estuvimos. Pude ver incluso mi casa desde lo alto, fue una bonita sensación.




Ahora voy en busca del Conejo Blanco para perseguirlo y que me enseñe el camino de su madriguera… Voy en busca de los recovecos más inadvertidos…

Lost in Kerkyra. Found in Kerkyra.

martes, 6 de marzo de 2012

Caminar sobre las rocas

“Si quieres obtener más de la vida, debes renunciar a una existencia segura y monótona. Debes adoptar un estilo de vida donde todo sea provisional y no haya orden, algo que al principio te parecerá enloquecedor…”

A la luz de las velas y escuchando como cae la lluvia ahí fuera, escribo. El movimiento de las llamas me absorbe por unos instantes y mi mente vuela de pronto hacia los primeros días que pasé en este país que, sin saber cómo ni cuándo exactamente, se ha tornado un poco menos extraño. Todo era tan caótico cuando llegué y ahora es tan diferente…

Resulta curioso encontrar una cafetería relativamente cerca de tu casa donde puedas pasar un buen rato tomando café mientras suena música bien conocida para mis oídos o simplemente me quedo absorta en un libro. Ese lugar se llama “Coffee and Books” y es justamente allí a donde me han llevado mis pasos hoy después de buscar sin éxito novelas en inglés en las librerías cercanas. Y, como no podía ser de otra manera, un libro me ha vuelto a encontrar. En la sección de “intercambio de libros”, y entre muchos otros, se encontraba “El zahír” de Paulo Coelho. Una novela que, no sé realmente por qué motivo, aún no he leído. Como no tenía ningún libro que dejar a cambio, he consultado a los dueños y han accedido a vendérmelo por un módico precio ya que estaba usado. Y así ha sido como me he traído a casa mi nuevo libro, que después de pasar por muchas manos, estaba ahí esperando ser descubierto por mí en un día como hoy.

Poco a poco, las señales han comenzado a surgir por dondequiera que voy. Y no voy a ignorarlas.

Cada instante que pasa. Cada lugar que descubro. Cada vez que vuelvo a mi casa eligiendo un recorrido distinto del habitual. Cada persona nueva que se cruza en mi camino. Cada vez que dejo que mi vista se pierda en las profundidades del mar…

Las piezas del puzle comienzan a encajar. Y lo enloquecedor se transforma en una quietud extraña. La misma quietud que te transmite el mar cuando caminas sobre las rocas… sintiendo el miedo a resbalar y tropezar, mientras las aguas fluyen apacibles bajo tus pies.

domingo, 26 de febrero de 2012

Aquí y ahora

Amanece. Abro los ojos y observo a mi alrededor. No ha sido un sueño, estoy aquí realmente. Estas no son las paredes de mi habitación y no estoy en mi cama… Todo se torna caótico en mi interior por unos instantes hasta que mi mente recobra la lucidez y asimila dónde estoy.

¿Por qué estoy aquí? Desde que llegué, hay días en los que me hago esa pregunta. Por qué estoy justamente aquí y no en otro lugar. Tengo la convicción de que todo en esta vida ocurre por alguna razón y que las decisiones que tomamos y los caminos que recorremos nos llevan hacia algún sitio por algún motivo. Por lo tanto sé que si estoy aquí, es porque así debe ser. Pero aún flotan muchas preguntas sin respuesta en el aire…

El viernes por la noche, decidimos salir a bailar a un club que está en el interior de la Antigua Fortaleza. La verdad es que no estaba excesivamente animada porque ha sido una semana agotadora en la que he tenido que estar de aquí para allá acudiendo a los diferentes departamentos de la universidad para intentar arreglar los papeleos con respecto a las asignaturas y en realidad aún no he solventado nada… El caso es que mi ánimo no era el más propicio para hacer nada en especial esa noche, y a pesar de ello acabó convirtiéndose en una noche realmente mágica.

Un manto de estrellas increíble cubría el cielo mientras recorríamos el camino que nos conducía a la fortaleza y subíamos las escaleras que nos llevarían al punto más alto donde está ubicado el club. Hacía mucho tiempo que no contemplaba una noche tan radiante como esa y decidí permanecer unos instantes en el borde de la muralla observando la perfecta combinación del cielo, las luces de la ciudad a lo lejos y las aguas serenas allí abajo. Era casi hipnótico, podría haberme pasado horas allí…

Después, llegamos al lugar y la noche fue transcurriendo entre risas y baile, hasta que, en un momento dado, Ilze y yo decidimos salir fuera a inspeccionar los alrededores y acabamos sentadas en las escaleras de St.George Temple, un templo griego que está justo al lado del club donde nos encontrábamos. Allí estábamos, cobijadas por las vastas columnas y admirando la enorme construcción griega. Ciertamente, no es algo que hagas todos los días. Y es que ¿cuántas veces en la vida puedes salir de fiesta dentro de una fortificación medieval que se encuentra al lado de un templo griego?

Esa noche, muchas de las preguntas que revolotean en mi cabeza obtuvieron respuestas. Pude percibir la magia. Esa magia que aunque a veces nos suele pasar inadvertida, habita en los rincones más inesperados… La magia de estar aquí y ahora.

martes, 21 de febrero de 2012

Mi gran aventura griega

Te encuentres en el lugar del mundo en el que te encuentres, sigues siendo la misma persona, tu esencia es la misma. Solo cambia el lugar en el que fluyes.

Hace ya 19 días que aterricé en esta isla y por momentos mi mente parece no asimilar que estoy aquí, pero así es. Cada mañana, cuando me levanto y miro a través de la ventana de mi casa y veo el mar ahí abajo, soy consciente de que realmente estoy aquí.

No sabría definir con palabras todas las sensaciones que me han invadido durante los primeros días de mi estancia en Kerkyra. Cuando llegas a un lugar nuevo todo es extraño y algo caótico al principio. Las calles, el idioma, las tradiciones… De pronto, se abre un abanico repleto de posibilidades ante tus ojos y por unos instantes los sentidos se aturden ante tantas opciones. Considero que es algo mágico poder descubrir un lugar por primera vez. La primera vez que te pierdes, la primera vez que escuchas una palabra que no conocías, la primera vez que vuelves a casa contemplando un paisaje que jamás habías admirado antes… Desde que estoy aquí, he experimentado un sinfín de “primeras veces” que tiñen cada nuevo día de una sensación peculiar.

Ayer comencé las clases de griego. Después de tres semanas escuchando un idioma completamente desconocido para mí, por fin he comenzado a adentrarme de lleno en su mecanismo. De hecho, lo estaba deseando, puesto que conociendo varios idiomas, es una sensación muy frustrante encontrarte en un lugar y no entender ni una sola palabra de lo que oyes a tu alrededor.

He de decir que me parece un idioma muy interesante y complejo a la vez. Creo que voy a tener que dedicarle muchas horas, pero estoy segura de que valdrá la pena. Solo llevo dos días recibiendo clases y ya estoy progresando más de lo que esperaba. De hecho, hoy, estando con Ilze en una cafetería tomando té, nos hemos puesto a leer en voz alta las frases que había en los diferentes sobres de azúcar que se encontraban sobre la mesa y la dueña del local, al escucharnos, nos ha estado corrigiendo e incluso nos ha explicado el significado de algunas palabras. Ha sido muy gratificante. Ilze y yo vamos por la calle leyendo todos los carteles que encontramos desde que empezamos con la fonética. Es divertido.

Hoy no ha llovido. Así que he podido volver a mi casa bordeando el mar como suelo hacer en los días soleados y parándome por el camino a contemplar el vaivén de las olas con el contraste de las montañas de Albania a lo lejos. De vez en cuando pasa algún barco surcando las aguas y mi mente se deja llevar imaginando a dónde irá o de dónde vendrá…

Me quedan infinidad de momentos por estrenar aquí. Mi gran aventura griega…